jueves, 23 de enero de 2014

LA ORACIÓN, LUZ DEL ALMA.

ORACIÓN, LUZ DEL ALMA.

El sumo bien está en la oración, en el diálogo con Dios. La oración es la luz del alma, verdadero conocimiento de Dios, mediadora entre Dios y los hombres. Hace que el alma se eleve hasta el cielo y estreche a Dios con inefables abrazos, deseosa de la leche divina, como el niño que llama a su madre llorando; por la oración el alma expone sus propios deseos y recibe dones mejores que toda la naturaleza invisible. La oración se presenta ante Dios como venerable intermedia, alegra nuestro espíritu y pacifica el alma.
Cuando hablo de oración me refiero no a las simples palabras, sino a la verdadera: a la oración que es un deseo de Dios, una inefable piedad no otorgada por los hombres, sino concedida por la gracia divina, de la que también  dice al Apóstol: Nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables. Una oración así, cuando Dios la otorga a alguien, es una riqueza inagotable y un alimento celestial que satura el alma, quien la saborea se enciende en un deseo eterno del Señor, como un fuego ardiente que inflama su corazón.

San JUAN CRISOSTOMO



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