miércoles, 8 de enero de 2014

LAS LÁGRIMAS DE PEDRO. LA ESPERANZA.


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El Espíritu Santo no solamente enriquece, sino también empobrece; no solamente amplía los horizontes y el corazón, sino también nos conduce a través de puertas estrechas. Algo que Pedro experimenta en el momento más terrible de su vida: el de su traición. No obstante en virtud de la misericordia divina, está se convertirá en ocasión de una profunda efusión del Espíritu Santo, manifestada a través de sus lágrimas.
Para Pedro, esta traición supone una terrible caída. Pocas horas antes había declarado seguir a Jesús hasta la muerte. En un instante, todo se viene abajo cuando un humilde criado le plantea esta pregunta: ¿no eras tú también discípulo de este hombre? Por tres veces renegará de su Maestro. ¡El primero convertido en el último! Sin embargo el Espíritu Santo se sirve de tan lamentable caída para volver a remover en lo más hondo el corazón del Apóstol: Pedro cruza su mirada con la de Jesús, descubre el horror de su traición y toda su miseria, pero, al mismo tiempo se da cuenta de que no está condenado, que es más amado que nunca y que existe para él la esperanza de levantarse y ser salvado. Y Pedro se funde en lágrimas en las cuales su corazón está  purificado.
En esa mirada del Maestro, Pedro ha vivido una efusión del Espíritu Santo. Efusión dolorosa que empobrece, despoja de forma definitiva, pero que acaba revelándose infinitamente beneficiosa porque muestra al hombre su impotencia, su absoluta miseria y su nada. Y le obliga desde ese momento a no apoyarse en sus solas fuerzas, ni en sus pretendidas cualidades o en las virtudes que cree poseer; le obligan a contar exclusivamente con la misericordia y la fidelidad divinas. Penetrando así en la autentica libertad.

Jacques PHILIPPE
La libertad interior.



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