lunes, 25 de agosto de 2014

EL DESCONCIERTO EN LA ORACIÓN,


 
Señor  Jesucristo, Dios nuestro, yo tengo un corazón que te busca con inquietud; ni arrepentido, ni lleno de ternura por ti, ni nada de eso que hace volver a los hijos a su heredad. Maestro, yo no tengo lágrimas para orarte. Mi espíritu está en tinieblas a causa de las cosas de la vida y, en su dolor, no tiene la fuerza necesaria para ir hacia ti. Mi corazón está frio en las pruebas, y las lágrimas de amor por ti no pueden calentarlo. Pero, tú, Señor Jesucristo, mi Dios, tesoro de todos los bienes, dame un arrepentimiento total y un corazón apenado para que con toda mi alma salga en tu búsqueda, porque sin ti estaré privado de todo bien; oh, Dios bueno, dame tu gracia. Que el Padre que en la eternidad te engendra en su seno renueve en mí las formas de tu imagen.

Yo te he abandonado; tú no me abandones. Yo me he marchado de ti; sal a buscarme. Condúceme hasta tu pradera; cuéntame entre las ovejas de tu rebaño preferido. Con ellas, aliméntame con la hierba verde de tus misterios divinos. Que pueda ser digno del esplendor de tu gracia y amor hacia el hombre, tú, nuestro Salvador Jesucristo, por los siglos de los siglos.

 

San ISAAC  EL SIRIO   (640  -  700)

1 comentario:

  1. Señor, ámame con tu amor Infinito y Omnipotente y permíteme que yo te ame tanto como pueda, que es bien poco. Estáte siempre conmigo y, si tienes que irte, llévame contigo, ¡no me dejes sola...!

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