martes, 19 de agosto de 2014

LA EUCARISTÍA: DAR DE COMER A TODOS.


 

Toda celebración eucarística actualiza sacramentalmente el don que Jesús ha hecho de su propia vida en la cruz, por nosotros y por el mundo entero. Al mismo tiempo, en la Eucaristía, Jesús hace de nosotros los testigos de la compasión de Dios por cada uno de nuestros hermanos y hermanas. Es alrededor del misterio eucarístico que nace el servicio de la caridad hacia el prójimo, el cual consiste precisamente en el hecho de que yo amo, en Dios y con Dios, a la persona que no aprecio e incluso que ni tan siquiera conozco: esa persona que pasa al lado mío en la calle, ese mendigo. Esto no se puede dar si no es a partir del encuentro íntimo con Dios, encuentro que llega a tocar al sentimiento. Es entonces cuando aprendo a mirar a esta otra persona no solo con mis ojos y mis sentimientos, sino según la mirada de Jesucristo. De esta manera reconozco, en las personas a las que me acerco, unos hermanos y hermanas por quienes el Señor ha dado su vida amándolos hasta el extremo.

Por consiguiente, cuando nuestras comunidades celebran la Eucaristía, deben hacerse cada vez más conscientes de que el sacrificio de Cristo es para todos, y que la Eucaristía urge a toda persona que cree en él a hacerse pan partido por los demás y, por tanto, a comprometerse por un mundo más justo y más fraterno.

 

BENEDICTO XVI.

 

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