sábado, 23 de abril de 2016

EL PADRE Y YO SOMOS UNO.


He aquí la fe católica: veneramos a un Dios en la Trinidad y a la Trinidad en la unidad, sin confundir a las Personas, sin dividir la sustancia: una es, en efecto, la persona del Padre, otra la del Hijo y otra la del Espíritu Santo; pero el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo tie­nen una misma divinidad, una gloria igual, una misma majestuosidad eterna. Esta es la fe sin desviaciones: nosotros creemos y confesamos que nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios, es Dios y hombre: él es Dios, de la sustancia del Padre, engendrado antes de los siglos; y él es hombre, de la sustancia de su madre, nacido en el tiempo: Dios perfecto, hombre perfecto, compuesto de un alma razonable y un cuerpo humano, igual al Padre según la divinidad, inferior al Padre según la humanidad.
Aunque él sea Dios y hombre, no existen dos Cristos, sino un solo Cristo: es uno no porque la divinidad haya pasado a la carne, sino porque la humanidad fue asu­mida por Dios; se trata de una unión no por mezcla de sustancias, sino por la unidad de la persona. Porque,
al igual que el alma razonable y el cuerpo forman un hombre, Dios y el hombre forman un Cristo. Él sufrió por nuestra salvación, descendió a los infiernos, resucitó al tercer día de entre los muertos, subió a los cielos, y está sentado a la derecha del Padre; desde allí vendrá a juzgar a vivos y muertos.
San Atanasio (atribuido)


 

 

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