martes, 19 de abril de 2016

LA TÚNICA DE PEDRO.


El discípulo que Jesús amaba le dijo a Pedro: ¡Es el Señor! Aquel que es amado es el primero en ver; el amor da una visión más aguda de todas las cosas; aquel que ama siempre siente de modo más vivaz... ¿Qué convierte en la pasión al espíritu de Pedro en un espíritu tardo, y le impide ser el primero en reconocer a Jesús, como antes lo había hecho? ¿Dónde está ese singular testimonio que le hacía gritar: eres Cristo, el Hijo de Dios vivo? Pedro estaba en casa de Caifas, el sumo sacerdote, donde había escuchado el cuchi­cheo de una sirvienta, y tardó en reconocer a su Señor.
Cuando él escuchó que era el Señor, se puso su túnica, porque no llevaba nada puesto. ¡Esto es muy extraño, hermanos! Pedro entra sin vestimenta a la barca, iy se lanza completamente vestido al mar! El culpable siempre mira hacia otro lado para ocultarse. De ese modo, como Adán, hoy Pedro desea cubrir su desnudez por su pecado; ambos, antes de pecar, no estaban vestidos más que con una santa desnudez. Él se pone su túnica y se lanza al mar. Esperaba que el mar lavara esa sórdida vestimenta que era la traición. Él se lanzó al mar porque quería ser el primero en regresar. Se ciñó su túnica porque debía ceñirse al combate del martirio, según las palabras del Señor: Otro te ceñirá y te llevará adonde tú no quieras.
San Pedro Crisólogo

 

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