sábado, 30 de abril de 2016

COMPARTIR LA CRUZ.



Tenemos que saber compartir la Cruz.
 Él sabe bien nuestro horror a la pe­nitencia; comprende perfectamente nuestro desagrado ante el sufrimiento; y es más, simpatiza con nosotros en esas dificultades. Es verdad que Él desea que nosotros le ayudemos a llevar su cruz, pero también desea ayudarnos a hacerlo. Es tan suave su ayuda, tan seductora su compañía, que Santa Teresa en­cuentra que sólo la primera de sus cruces fue realmente dura; una vez que ella hubo abrazado su cruz, se encontró en estrecha unión con Jesucristo. No hay en esta vida alegría igual a la de compartir la cruz con Jesucristo. Requiere coraje, requiere gracia y re­quiere quizá una llamada especial; pero la verdad es que esta senda de sufrimiento y penitencia—peni­tencia, entiéndase bien, asumida o aceptada de acuer­do con la voluntad divina y no con la nuestra—es el camino de la más alta alegría, y el más seguro sen­dero para las cumbres de la oración.
EUGENE BOYLAN


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