jueves, 17 de noviembre de 2016

LA PROVIDENCIA.


Todo coopera al bien de los que aman a Dios. El testimonio de los santos no cesa de confirmar esta verdad. Así, santa Catalina de Siena dice a los que se escandalizan y se rebelan por lo que les sucede: «Todo procede del amor, todo está ordenado a la salvación del hombre, Dios no hace nada que no sea con este fin». Y santo Tomás Moro, poco antes de su martirio, consuela a su hija: «Nada puede pasarme que Dios no quiera. Y todo lo que él quiere, por muy malo que nos parezca, es en realidad lo mejor». Y Juliana de Norwich: «Yo comprendí, pues, por la gracia de Dios, que era pre­ciso mantenerme firmemente en la fe y creer con no menos firmeza que todas las cosas serán para bien».


Creemos firmemente que Dios es el Señor del mundo y de la historia. Pero los caminos de su providencia nos son con frecuencia desconocidos. Sólo al final, cuando tenga fin nuestro conocimiento parcial, cuando veamos a Dios cara a cara, nos serán plenamente conocidos los caminos por los cuales; incluso a través de los dramas del mal y del pecado, Dios habrá conducido su creación hasta el reposo de ese Sabbat definitivo, en vista del cual creó el cielo y la tierra.


Catecismo de la Iglesia Católica



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