martes, 22 de noviembre de 2016

NO JUZGUEMOS.


El discípulo no es más que su maestro. ¿Por qué juzgas si el Maestro todavía no juzga? No ha venido a juzgar al mundo, sino a salvarlo. Entendiendo esta palabra en ese sentido, viene a decir: «Si yo no juzgo, no juzgues tú tampoco, ya que tú eres mi discípulo. A lo mejor tú te has hecho culpable de faltas más gran­des que aquel a quien juzgas. ¡Qué grande será tu ver­güenza al darte cuenta de ello!»

El Señor nos enseña lo mismo cuando dice: ¿Cómo es que ves la mota en el ojo de tu hermano y no advier­tes la viga que hay en el tuyo?

Nos disuade con argu­mentos irrefutables de juzgar a los demás y nos anima, al contrario, a examinar nuestros corazones. Luego, nos exhorta a liberarnos de las pasiones instaladas en nuestro corazón. Dios cura a los de corazón contrito y quebrantado, y nos sana de nuestras enfermeda­des espirituales. Porque, cuando tus pecados son más numerosos y más graves que los de los demás, ¿cómo les reprochas los suyos a los hermanos? Todos los que quieren vivir piadosamente y, sobre todo, los que tienen que instruir a otros, sacarán mucho provecho de este precepto. Si tienen virtud y equilibrio, dando ejemplo con su comportamiento evangélico, reprenderán con dulzura a los que todavía no han llegado a ese nivel.
San Cirilo de Alejandría
Monje y obispo de Alejandría, fue gran defensor de la fe;
es doctor de la Iglesia (370-444).


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