viernes, 16 de junio de 2017

EL PAN DA FUERZA AL CORAZÓN.


Participamos del cuerpo y la sangre de Cristo con una certeza plena, porque, bajo el aspecto del pan, está el cuerpo que te es dado; bajo el aspecto del vino, está la sangre que te es dada, con el fin de que, participando en el cuerpo y en la sangre de Cristo, te hagas un solo cuerpo y una sola sangre con Cristo. De este modo, según san Pedro, nos hacemos partícipes de la natu­raleza divina. Cristo, hablando con los judíos, decía: Si no coméis mi carne y no bebéis mi sangre, no tendréis vida en vosotros. Pero ellos, se marcharon escandaliza­dos. Existían también, en la Antigua Alianza, los panes de la ofrenda; pero aquí no hay razón para ofrecer estos panes de la Antigua Alianza. En la Alianza Nueva, hay un pan venido del cielo y una copa de la salvación.

El santo David también explica el poder de la Eucaristía cuando dice: Ante mí preparaste una mesa, enfrente de mis adversarios. ¿De qué habla si no de la mesa misteriosa y mística que Dios nos preparó contra el enemigo? David cantaba también: El pan fortifica el corazón del hombre, y el aceite da brillo a su rostro. Fortifica tu corazón tomando este pan como alimento espiritual, y se alegrará el rostro de tu alma.

Anónimo (siglo IV)

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