viernes, 9 de junio de 2017

LOS SENTIDOS Y LA FÉ.



Los sentidos son curiosos; la fe, en cambio, no quiere conocer nada, pasaría toda su vida inmóvil al pie del tabernáculo. A los sentidos les gustan la riqueza y el honor; la fe se horroriza de ellos. Los sentidos se asustan de lo que ellos llaman peligros, de lo que puede traer el dolor o la muerte; la fe no se asusta de nada, sabe que le pasará solo lo que Dios quiera: Todos los cabe­llos de su cabeza están contados, y que lo que Dios quiera será siempre para su bien: Todo lo que sucede es para bien de los elegidos.

La fe lo alumbra todo con una luz nueva, que es diferente a la luz de los sentidos, más brillante, dis­tinta. Así, el que vive de fe tiene el alma llena de pen­samientos nuevos, de gustos nuevos, de juicios nuevos; de horizontes nuevos que se abren ante él, horizontes maravillosos, iluminados por una luz celeste, y embelle­cidos con la belleza divina. Envuelto con estas verdades nuevas y desconocidas por el mundo, necesariamente comienza una vida nueva, opuesta al mundo, para el que sus acciones son una locura. El mundo está en las tinieblas, en una noche profunda. El hombre de fe está lleno de luz, el camino luminoso por donde avanza no aparece ante los ojos de los hombres: estos parecen querer caminar por la vida como locos.

Beato Carlos de Foucauld

Militar y explorador, se hizo sacerdote. Murió asesinado por una banda de forajidos


en el Sahara argelino (1858-1916).

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