viernes, 2 de junio de 2017

EL BESO DE JUDAS.


La paz es un don de la resurrección de Cristo. A las puertas de la muerte, no vaciló en darle esta paz al discípulo que lo entregaba; abrazó al traidor como se abraza al amigo fiel. No creáis que el beso que el Señor le dio a Judas Iscariote estuvo inspirado por otro sen­timiento que el de la ternura. Cristo sabía que Judas lo traicionaría. Sabía lo que significaba este signo de amor, y no escapó de él. Jesús esperaba también que este gesto revolviera a Judas y que, asombrado por su bondad, no traicionaría al que le amaba, no entregaría al que le abrazaba. Así este beso fue concedido como una prueba: si lo aceptaba, sería un lazo de paz entre Jesús y su discípulo; si Judas le traicionaba, este beso se convertía en su propia acusación.
El Señor le dice: Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre? ¿Dónde está el complot del ene­migo? ¿Dónde se esconde su astucia? Todo lo secreto se descubre. El traidor se traiciona antes de traicionar a su Maestro. ¿Entregas al Hijo del hombre con un beso? ¿Con el sello del amor hieres? ¿Con el gesto de la ter­nura derramas sangre? ¿Con el signo de la paz traes la muerte? Pero estos besos, con los que el servidor trai­ciona a su Señor, el discípulo a su maestro, el elegido a su creador, estos besos no son besos, sino veneno.
San Máximo de TURIN
Obispo de Turín; de este notable predicador se conservan numerosos sermones (siglos IV-V).

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