domingo, 17 de marzo de 2013

EL TERMINO 'ADÁM


 

Ese término hebreo aparece 550 veces en el Antiguo Testamento:

                                                           ´ADÁM.

Significa ante todo, el hombre, el ser humano. Criatura de Dios: Creó Dios al hombre, varón y hembra los creó y por lo mismo propiedad de Dios; diverso de los animales colocados siempre separados, porque es, no solo “tiene”, cuerpo material y alma espiritual. Creado a imagen y semejanza de su Creador, todo ser humano es, de algún modo, presencia de Dios rebajado de categoría (Dios no es hombre para que pueda mentir, ni hijo de hombre para volverse atrás) Núm 23, 19); sencillamente por ser criatura es distinto de su Creador y depende vitalmente de Él.

´Adám puede referirse a alguien tan concreto como el primer hombre, que es en la Biblia un personaje representativo, que lleva “incorporados” a todos sus descendientes. Adán, en este caso, se convierte en nombre propio de una persona (Gén 5, 1.3). la Biblia, que ama las etimologías relaciona ´Adám con ´adamáh = tierra, suelo laborable, terreno (los egipcios y luego los chinos ya decían que el primer hombre había sido formado de la tierra). Este ser llamado Adán no es abstracto: tiene un nombre concreto y pertenece a un pueblo concreto del que es comienzo y origen.

Curiosamente, el vocablo hebreo ´adám  no tiene plural, pero se usa también como colectivo: “todo hombre se embrutece con su saber (Jer. 10, 14), equivale a “la gente, las personas”. Y puede equivaler a un indefinido: “Alguien”, que, si va con una negación, es “nadie”.

La fórmula Hijo del hombre, que parece del gusto del libro del profeta Ezequiel (lo emplea 88 veces) tiene este matiz: el ser humano débil por naturaleza, el ser humano en cuanto que es precario y frágil, pequeño ante Dios: ¿Por qué temes al hijo del hombre que es como hierba? (Is 51, 12).

¿Qué más? Que el primer pecado humano dio, entre otros frutos, el de la maldición de la ´adamáh y el trabajo fatigoso: Maldita será la tierra por tu causa (Gén 3,17). Pero a pesar de nuestra pequeñez y nuestros pecados, o precisamente por ellos, el Señor nos ama y nos ha dado el dominio de la creación. El Dios lejano disfruta entre nosotros y se hizo como nosotros, Hijo del Hombre.

 

Manuel IGLESIAS  S.J.

 

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