viernes, 29 de marzo de 2013

LA HUMILDAD DE CRISTO.



Nosotros, los hombres queremos llegar a este puerto definitivo, a la patria del cielo, allí donde está Él que es, pero el océano de este mundo nos corta el camino. Para volver a esta patria, él que nos llama vino de allí, y escogió un madero para que pudiéramos atravesar el mar: sí, nadie puede atravesar el océano de este mundo si no es llevado por la cruz de Cristo. Incluso un ciego puede aferrarse a esta cruz; si no veis bien adonde vais, no la soltéis: ella misma os conducirá.

Si queréis vivir en espíritu de piedad, en el espíritu cristiano, sujetaos a Cristo. Descendió hasta nosotros haciéndose hombre para llevar a los enfermos, hacerles atravesar el mar y hacerles llegar a la patria donde ya no hay necesidad de barco porque ya no existe ningún océano que atravesar. Mejor sería no ver a través del espíritu al que es y abrazar la cruz de Cristo, que verle a través del espíritu y menospreciar la cruz. ¡Que podamos, para nuestra dicha, ver al mismo tiempo adónde vamos y agarrarnos a la nave que nos lleva! Algunos lo han conseguido, y le han visto. Estos, para llegar a lo que habían avistado de lejos, se sujetaron a la cruz de Cristo.

SAN AGUSTÍN.

No hay comentarios:

Publicar un comentario