martes, 13 de diciembre de 2016

EL PRÓJIMO.


No hay nada más frío que un cristiano despreocu­pado por la salvación de los hermanos. No puedes, en este asunto, poner de pretexto tu pobreza: la que dio las dos monedas ínfimas se levantaría para acusarte. También Pedro, que decía: No tengo ni oro ni plata. Y Pablo, que era tan pobre que a menudo pasaba ham­bre y le faltaba lo necesario para vivir. Tampoco puedes excusarte en tu origen humilde: ellos también eran de condición modesta. Ni la ignorancia sería una disculpa válida: ellos tampoco eran gente de letras. Ni pienses alegar la enfermedad: Timoteo tenía frecuentes moles­tias de estómago. Cualquiera puede ser útil a su pró­jimo si lo quiere de verdad.



No digas que te es imposible restablecer en el buen camino a los demás, porque si eres cristiano es impo­sible que esto no suceda. Cada árbol lleva su fruto y como no hay contradicción en la naturaleza, tampoco la hay entre lo que nosotros decimos y la verdad, por­que es inherente a la naturaleza del cristiano. Es más fácil que la luz se vuelva tinieblas que el cristiano deje de iluminar a los demás.
San Juan Crisóstomo
Natural de Antioquía, fue monje y obispo de Constantinopla;
gran predicador y escritor, murió en el destierro.
Es doctor de la Iglesia (Ca. 349-407).


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