sábado, 24 de diciembre de 2016

LA PRIMERA LECCIÓN DEL AMOR DE DIOS.


Hace mucho frío sobre la tierra. Los cielos están tan bordados de estrellas que solamente se adivina el fondo azul oscuro de la bóveda celeste, inundada de tinie­blas. En la tierra...una estrella de las más pequeñas del inmenso sistema planetario... están ocurriendo esta noche prodigios que asombran a los ángeles...: un Dios que por amor al hombre desciende humillado en carne mortal y nace de una mujer, en una estrella de las más pequeñas... de las más frías, en la tierra...


Los hombres también tienen hielo en sus corazones. Nadie acude a presenciar el milagro del nacimiento de Dios. Solamente se reduce el mundo entero a una mujer que se llama María, a un hombre de ojos azules, que se llama José, y a un Niño recién nacido que, envuelto en pañales, abre por primera vez los ojos entre el aliento de un asno y un buey, y apoyado entre un puñado de pajas, que la pobreza de José, y la solicitud y el amor de María, le han procurado. El mundo entero duerme inconsciente el pesado sueño de la carne... Hace mucho

frío esta noche en las tierras de Judá... Las estrellas que bordan los cielos, son los ojos de los ángeles que can­tan el Gloria a Dios en las alturas..., canto hecho para Dios, oído por unos pastores, que vigilan sus rebaños y acuden a adorar, con sus almas infantiles, a Jesús que acaba de nacer...

La primera lección del amor de Dios... Y aunque mi alma no tiene la castidad de José ni el amor de María..., ofrecí al Señor mi pobreza absoluta de todo, mi alma vacía; y si no le entoné himnos como los ánge­les, procuraré cantarle coplas de pastores..., la canción del pobre, del que nada tiene, la canción del que solo miserias puede ofrecerá Dios... Pero no importa, pues las miserias y flaquezas ofrecidas a Jesús por un cora­zón de veras enamorado, son aceptadas por Él, como si fueran virtudes... Grande..., inmensa es la miseri­cordia de Dios. Mi carne mortal, no oye las alabanzas del cielo, pero mi alma divina, que también hoy como entonces, los ángeles miran asombrados a la tierra y entonan el Gloria a Dios en las alturas y paz en la tie­rra a los hombres de buena voluntad.

San Rafael Arnáiz Barón

Joven monje trapense, uno de los grandes místicos del siglo XX. Sus numerosos escritos se han difundido ampliamente.

Fue canonizado en el año 2009 (1911-1938).




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