viernes, 2 de diciembre de 2016

LOS CAMINOS HACÍA LA CONVERSIÓN.


La Iglesia vive una vida auténtica, cuando profesa y proclama la misericordia -el atributo más asombroso del Creador y del Redentor- y cuando acerca a los hom­bres a las fuentes de la misericordia del Salvador, de las que es depositaría y dispensadora. En este ámbito tiene un gran significado la meditación constante de la palabra de Dios, y sobre todo la participación cons­ciente y madura en la Eucaristía y en el sacramento de la penitencia o reconciliación.
La Eucaristía nos acerca siempre a aquel amor que es más fuerte que la muerte: en efecto, cada vez que comemos de este pan o bebemos de este cáliz, no sólo anunciamos la muerte del Redentor, sino que además proclamamos su resurrección, mientras esperamos su venida en la gloria. El mismo rito eucarístico, celebrado en memoria de quien en su misión mesiánica nos ha revelado al Padre, por medio de la palabra y de la cruz, atestigua el amor inagotable, en virtud del cual él desea siempre unirse e identificarse con nosotros, saliendo al encuentro de todos los corazones huma­nos. Es el sacramento de la penitencia o reconciliación el que allana el camino a cada uno, incluso cuando se
siente bajo el peso de grandes culpas. En este sacra­mento cada hombre puede experimentar de manera singular la misericordia, es decir, el amor que es más fuerte que el pecado.


San Juan Pablo II Primer papa polaco de la historia. Su pontificado ha sido el tercero más largo de la historia (1920-2005).



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