viernes, 30 de diciembre de 2016

LA LIBERTAD RELIGIOSA.


Nuestro tiempo es dramático y al mismo tiempo fascinante. Mientras por un lado los hombres dan la impresión de ir detrás de la prosperidad material y de sumergirse cada vez más en el materialismo consumista, por otro, manifiestan la angustiosa búsqueda de sen­tido, la necesidad de interioridad, el deseo de aprender nuevas formas y modos de concentración y de oración. No sólo en las culturas impregnadas de religiosidad, sino también en las sociedades secularizadas se busca la dimensión espiritual de la vida como antídoto a la deshumanización... La Iglesia tiene un inmenso patri­monio espiritual para ofrecerá la humanidad en Cristo, que se proclama el camino, la verdad y la vida.
La Iglesia debe de ser fiel a Cristo; ella es su cuerpo y recibe la misión de hacerle presente. La Iglesia debe hacer todo lo posible para realizar su misión en el mundo y llegar a todos los pueblos; tiene también el derecho, concedido por Dios, de llevar a cabo la reali­zación de su plan. La libertad religiosa, a veces todavía limitada o restringida, es la condición y la garantía de todas las libertades que fundamentan el bien común de las personas y de los pueblos. Es de desear que se conceda a todos y en todo lugar la verdadera libertad religiosa. Se trata de un derecho inalienable de toda persona humana.
San Juan Pablo II

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