viernes, 2 de febrero de 2018

LA MUERTE DE LA MUERTE.


¿Cómo llegó la luz a todo el mundo? ¿De qué manera la divinidad habita la carne? Como el fuego en el hierro. Sin dejar de ser lo que es, el fuego comunica al hierro su propio calor. No por esto queda disminuido el fuego, sino que llena por completo el hierro al que se comu­nica. Del mismo modo, Dios, por el Verbo que plantó su tienda entre nosotros, no ha abandonado su ser. El Verbo que se hace carne no ha sufrido ningún cambio. El cielo no está privado de aquel que lo contiene en sí.
Entra del todo en el misterio: Dios ha venido en la carne para dar muerte a la muerte que se escondía en la carne. Del mismo modo que los medicamentos nos curan cuando son asimilados por el cuerpo, del mismo modo que la oscuridad de una casa se desvanece al encender una luz, así la muerte que nos tenía en su poder ha sido anihilada por la venida de nuestro Dios. Del mismo modo que el hielo formado durante la noche se derrite con el calor del sol, así la muerte ha gober­nado hasta la venida de Cristo. Pero cuando el Sol de justicia se levanta, la muerte es engullida en la victoria. No puede soportar la presencia de la vida verdadera. Demos gloria con los pastores, cantemos y dancemos en coro con los ángeles, porque nos ha nacido un Salvador que es Cristo el Señor. Celebremos la salva­ción del mundo, el día del nacimiento de la humanidad.
San Basilio Magno
Natural de Cesárea de Capadocia, fue monje y obispo de su ciudad.
Es doctor de la Iglesia y se le considera padre del monaquismo oriental (330-379).




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