domingo, 25 de agosto de 2013

EL RENCOR.


 

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"CON LA MEDIDA QUE MIDAÍS, SEREÍS MEDIDOS VOSOTROS."

Una interpretación superficial  sería la siguiente: Dios recompensará con largueza a los que son generosos en el amor y el perdón, parcamente a aquellos cuya actitud hacia el prójimo es mezquina. Este versículo posee sin embargo un significado más profundo que el del castigo o la recompensa dictados por Dios de acuerdo con nuestra conducta. De hecho, no es Dios quien castiga, sino el hombre el que se castiga a sí mismo (como en el juicio final).  El versículo se limita a enunciar una “ley” inherente a la existencia humana: quien se niega a perdonar, quien se niega a amar, antes o después acabará siendo víctima de su falta de amor. El mal que hacemos o el que queremos para los demás siempre se vuelve contra nosotros. Quien adopta una actitud de estrechez de corazón hacia el prójimo padecerá esa misma estrechez. Al reducir al otro a un juicio, un desprecio, un rechazo o un rencor, me envuelvo en una red que terminará por ahogarme. Mis aspiraciones más profundas – al absoluto, al infinito – tropezarán con barreras infranqueables y nunca se verán realizadas. Mi falta de misericordia hacía los demás me condena a un mundo estrecho, un mundo asfixiante de cálculos, intereses y cábalas. Basta un mínimo de lucidez y realismo para constatar esta ley y su implacabilidad: no saldrás de allí hasta que devuelvas el último céntimo. (Mt 5, 26).

 

Jacques PHILIPPE

 

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