miércoles, 28 de agosto de 2013

ORACIÓN DE SAN AGUSTÍN.


 

Oh Dios, alejarse de ti, es caer.

Volver a ti, es resurgir.

Permanecer en ti es construir sólidamente.

Oh Dios, salir de ti es morir, encaminarse a ti es revivir.

Habitar en ti, es vivir.

Siento que debo volver a ti.

Llamo para que se abra tu puerta. Enseñame cómo puedo llegar hasta ti.

Solo sé que se deben despreciar las cosas caducas y pasajeras.

Que se deben buscar las eternas, pero ignoro de donde hay que partir para llegar a ti.

Sugiéremelo tú, muéstrame tu camino y dame lo necesario para el viaje.

Si con la fe te encuentran y vuelven a ti, dame la fe.

Si con la virtud, concédeme la virtud.

Si con el saber, dame el saber.

Auméntame la fe, auméntame la esperanza.

Auméntame la caridad, oh Bondad única y admirable

Amen.

 

SAN AGUSTÍN

 

 

martes, 27 de agosto de 2013

EL LIBRE ARBITRIO.



 

Dios incita al hombre a que se levante del pecado. Cuanto antes reconoce el hombre su miseria, antes también se humilla y se abandona a Dios sabiendo que es a Dios a quien pertenece hacer en él esta obra de conversión. Poco a poco, por las inspiraciones que Dios le manda, toma conciencia de ello, y viendo la obra y la ganancia que saca de ello, se dice a sí mismo: “Verdaderamente parece que Dios no tiene otra cosa que hacer que ocuparse de mí. ¡Qué suaves y llenas de amor son las obras de Dios en nosotros!”.

Servir a Dios en esta vida es, verdaderamente, reinar. Cuando Dios libera al hombre del pecado que lo esclaviza, lo saca de toda esclavitud y lo establece en la verdadera libertad. De no ser así, el hombre va siempre de deseo en deseo sin pacificarse jamás; cuanto más tiene, más quisiera tener: buscando satisfacerse, nunca está contento. En efecto, cualquiera que tiene un deseo está poseído por él. Buscando su libertad, siguiendo sus apetitos ofendiendo a Dios, se hace esclavo de ellos para siempre. Considera pues, la fuerza y el poder de nuestro libre arbitrio que encierra en sí dos cosas opuestas y tan contraria la una de la otra: la vida o la muerte eternas. Si no quieres, no puedes ser violentado por ninguna criatura por esto, mientras está en tu poder, reflexiona bien y vigila lo que haces.

 

Sta. CATALINA DE GENOVA.

domingo, 25 de agosto de 2013

EL RENCOR.


 

.

 

"CON LA MEDIDA QUE MIDAÍS, SEREÍS MEDIDOS VOSOTROS."

Una interpretación superficial  sería la siguiente: Dios recompensará con largueza a los que son generosos en el amor y el perdón, parcamente a aquellos cuya actitud hacia el prójimo es mezquina. Este versículo posee sin embargo un significado más profundo que el del castigo o la recompensa dictados por Dios de acuerdo con nuestra conducta. De hecho, no es Dios quien castiga, sino el hombre el que se castiga a sí mismo (como en el juicio final).  El versículo se limita a enunciar una “ley” inherente a la existencia humana: quien se niega a perdonar, quien se niega a amar, antes o después acabará siendo víctima de su falta de amor. El mal que hacemos o el que queremos para los demás siempre se vuelve contra nosotros. Quien adopta una actitud de estrechez de corazón hacia el prójimo padecerá esa misma estrechez. Al reducir al otro a un juicio, un desprecio, un rechazo o un rencor, me envuelvo en una red que terminará por ahogarme. Mis aspiraciones más profundas – al absoluto, al infinito – tropezarán con barreras infranqueables y nunca se verán realizadas. Mi falta de misericordia hacía los demás me condena a un mundo estrecho, un mundo asfixiante de cálculos, intereses y cábalas. Basta un mínimo de lucidez y realismo para constatar esta ley y su implacabilidad: no saldrás de allí hasta que devuelvas el último céntimo. (Mt 5, 26).

 

Jacques PHILIPPE

 

viernes, 23 de agosto de 2013

ORACIÓN DE CARLOS DE FOUCAULD.


Dichoso el hombre que medita la Ley día y noche. Será como un árbol plantado cerca de la corriente, que da fruto a su debido tiempo.

Dios mío, tú me dices que seré dichoso, dichoso con verdadera felicidad, dichoso el último día; que a pesar de ser tan miserable, soy como una palmera plantada al borde de las aguas vivas, de las aguas vivas de la voluntad divina, del amor divino, de la divina gracia, y que daré fruto a su debido tiempo. Dígnate consolarme, me siento sin fruto, me siento sin obras buenas, me digo: “Me convertí hace once años, y ¿Qué he hecho? ¿Cuáles son las obras de los santos y cuales son las mías? Veo mis manos totalmente vacías de bien.”

Te dignas consolarme: “Tú darás fruto a su debido tiempo” me dices… ¿Cuál es ese tiempo? El tiempo de todos es la hora del juicio: si persisto en la buena voluntad y la lucha, a pesar de verme tan pobre, ¿permitirás que dé frutos en aquella última hora? 

 

BEATO CARLOS DE FOUCAULD

1858-1918.

martes, 20 de agosto de 2013

AYÚDAME, SEÑOR.


 

 
Ayúdame, Señor, para que mis ojos sean misericordiosos, para que no sospeche jamás ni juzgue según las apariencias exteriores, sino que sepa ver la belleza en el alma de mi prójimo y le ayude.

Ayúdame, Señor, a que mis oídos sean misericordiosos y me interese por las necesidades de mi prójimo y no me quede indiferente antes sus dolores y sus quejas.

Ayúdame, Señor, para que mi lengua sea misericordiosa, para que jamás hable mal de mi prójimo, sino que tenga para cada uno una palabra de consuelo y de perdón.

Ayúdame, Señor, a que mis manos sean misericordiosas y llenas de buenas acciones para que sepa hacer el bien a mi prójimo y sepa escoger para mí los trabajos más pesados y más desagradables.

Ayúdame, Señor, para que mis pies sean misericordiosos, para que me apresure a socorrer a m prójimo dominando mi propia fatiga y mi pereza. Que mi verdadero descanso sea servir a mi prójimo.

Ayúdame, Señor, a que mi corazón sea misericordioso y así sienta en mí todos los sufrimientos de mi prójimo. Mi corazón no rechazará a nadie. Iré frecuentemente al encuentro de los que sé que van a abusar de mi bondad, yo me encerraré en el Corazón misericordioso de Jesús. callaré mis propios sufrimientos.

 Que tu misericordia descanse en mí, Señor mío, Oh Jesús mío, transfórmame en ti, tú que todo lo puedes.

 

Beata FAUSTINA KOWALSKA.

 

 

domingo, 18 de agosto de 2013

LAS VIRTUDES TEOLÓGALES.



 

En el lenguaje actual la palabra ·virtud” ha perdido mucho de su significado. Para entender esto correctamente es preciso acudir a su sentido etimológico: en latín “virtus” quiere decir “fuerza”, la virtud teologal de la fe es la fe en tanto que es para nosotros una fuerza. La fe es la fuerza de Abrahán que no dudo en ponerse en camino, sin saber adónde iba. Solamente confiando en la palabra de Dios.

De igual modo, la esperanza no es una vaga espera difuminada y lejana. Sino esa certeza respeto a la fidelidad de Dios que cumplirá sus promesas; una certeza que confiere una inmensa fuerza.

En cuanto a la caridad teologal es la valentía de amar a Dios y el prójimo.

Esas tres virtudes teologales constituyen el dinamismo esencial de la vida cristiana. Ser cristiano no es frecuentar tal o tal práctica, ni seguir una lista de mandamientos y deberes; ser cristianos es, ante todo, creer en Dios, esperarlo todo de Él y querer amarle a Él y al prójimo de todo corazón. Así, constituyen un medio privilegiado de colaboración entre nuestra libertad y la gracia divina. Todo cuanto hay de positivo y de bueno en nuestra vida procede de la gracia divina, de la acción gratuita e inmerecible del Espíritu Santo en nuestros corazones.

Esas virtudes son a la vez un don de Dios y una actividad del hombre. Nadie puede decir “Jesús es el Señor” sin que el Espíritu Santo se lo conceda. Pero, al mismo tiempo, es también una decisión del hombre, un acto de adhesión voluntaria a la verdad.

Igualmente, la esperanza constituye una elección que a menudo requiere un esfuerzo. Es más facíl inquietarse, temer o desanimarse que esperar. Esperar es dar crédito, término que demuestra que no hay pasividad puesto que implica un acto.

El amor, la caridad, también es una decisión: cuando el deseo nos empuja a ello, el amor surge de modo espontáneo, pero muy a menudo amar significa “elegir” amar, o “decidir” amar. De otro modo, el amor solo sería emoción, superficialidad o egoísmo, y no lo que es, es decir algo que compromete nuestra libertad.

 

Jacques PHILIPPE.

 

miércoles, 14 de agosto de 2013

SAN PIO DE PIETRELCINA


 

La Santa Misa explicada por San Pío de Pietrelcina

TESTIMONIO DEL P. DE ROBERT, HIJO ESPIRITUAL DEL PADRE PÍO

Él me había explicado poco después de mi ordenación sacerdotal que celebrando la Eucaristía había que poner en paralelo la cronología de la Misa y la de la Pasión. Se trataba de comprender y de darse cuenta, en primer lugar, de que el sacerdote en el Altar es Jesucristo. Desde ese momento Jesús en su Sacerdote, revive indefinidamente la Pasión.
[2]

Desde la señal de la cruz inicial hasta el ofertorio es necesario reunirse con Jesús en Getsemaní, hay que seguir a Jesús en su agonía, sufriendo ante esta “marea negra” de pecado. Hay que unirse a él en el dolor de ver que la Palabra del Padre, que él había venido a traernos, no sería recibida o sería recibida muy mal por los hombres. Y desde esta óptica había que escuchar las lecturas de la misa como estando dirigidas personalmente a nosotros.

El Ofertorio, es el arresto. La Hora ha llegado

El Prefacio, es el canto de alabanza y de agradecimiento que Jesús dirige al Padre que le ha permitido llegar por fin a esta “Hora”.

Desde el comienzo de la Plegaria Eucarística hasta la Consagración nos encontramos ¡rápidamente! con Jesús en la prisión, en su atroz flagelación, su coronación de espinas y su camino de la cruz por las callejuelas de Jerusalén teniendo presento en el “momento” a todos los que están allí y a todos aquellos por los que pedimos especialmente.

La Consagración nos da el Cuerpo entregado ahora, la Sangre derramada ahora. Es místicamente, la crucifixión del Señor. Y por eso el San Pío de Pietrelcina sufría atrozmente en este momento de la Misa.

Nos reunimos enseguida con Jesús en la Cruz y ofrecemos desde este instante, al Padre, el Sacrificio Redentor. Es el sentido de la oración litúrgica que sigue inmediatamente a la Consagración.

El “Por él, con él y en él” corresponde al grito de Jesús: “Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu”.Desde ese momento el Sacrificio es consumado y aceptado por el Padre. Los hombres en adelante ya no están separados de Dios y se vuelven a encontrar unidos. Es la razón por la que, en este momento, se recita la oración de todos los hijos: “Padre Nuestro…..”

La fracción del Pan marca la muerte de Jesús…..

La intinción, el instante en el que el Padre, habiendo quebrado la Hostia (símbolo de la muerte…) deja caer una partícula del Cuerpo de Cristo en el Cáliz de la preciosa Sangre, marca el momento de la Resurrección, pues el Cuerpo y la Sangre se reúnen de nuevo y es a Cristo vivo a quien vamos a recibir en la comunión.

La bendición del Sacerdote marca a los fieles con la cruz, como signo distintivo y a la vez como escudo protector contra las astucias del Maligno….

Se comprenderá que después de haber oído de la boca del P. Pío tal explicación, sabiendo bien que él vivía dolorosamente esto, me haya pedido seguirle por este camino…lo que hago cada día…¡y con cuánta alegría!.

 

ASÍ HABLÓ EL PADRE PÍO SOBRE LA MISA EN UN REPORTAJE

En 1974 se publicó una obra en italiano, titulada «Cosí parlò Padre Pio»: «Así habló el Padre Pio» (San Giovanni Rotondo, Foggia, Italia), con el imprimatur de Mons. Fanton, obispo auxiliar de Vincencia.


En este presente trabajo sacamos algunos pasajes en los que el Padre Pío hablaba de la Santa Misa:

Padre, ¿ama el Señor el Sacrificio?
Sí, porque con él regenera el mundo.

¿Cuánta gloria le da la Misa a Dios?
Una gloria infinita.

¿Qué debemos hacer durante la Santa Misa?
Compadecernos y amar.

Padre, ¿cómo debemos asistir a la Santa Misa?
Como asistieron la Santísima Virgen y las piadosas mujeres. Como asistió San Juan al Sacrificio Eucarístico y al Sacrificio cruento de la Cruz.

Padre, ¿qué beneficios recibimos al asistir a la Santa Misa?
No se pueden contar. Los veréis en el Paraíso. Cuando asistas a la Santa Misa, renueva tu fe y medita en la Víctima que se inmola por ti a la Divina Justicia, para aplacarla y hacerla propicia. No te alejes del altar sin derramar lágrimas de dolor y de amor a Jesús, crucificado por tu salvación. La Virgen Dolorosa te acompañará y será tu dulce inspiración.

Padre, ¿qué es su Misa?
Una unión sagrada con la Pasión de Jesús. Mi responsabilidad es única en el mundo -decía llorando.

¿Qué tengo que descubrir en su Santa Misa?
Todo el Calvario.

Padre, dígame todo lo que sufre Vd. durante la Santa Misa.
Sufro todo lo que Jesús sufrió en su Pasión, aunque sin proporción, sólo en cuanto lo puede hacer una creatura humana. Y esto, a pesar de cada uno de mis faltas y por su sola bondad.

Padre, durante el Sacrificio Divino, ¿carga Vd. nuestros pecados?
No puedo dejar de hacerlo, puesto que es una parte del Santo Sacrificio.

¿El Señor le considera a Vd. como un pecador?
No lo sé, pero me temo que así es.

Yo lo he visto temblar a Vd. cuando sube las gradas del Altar. ¿Por qué? ¿Por lo que tiene que sufrir?
No por lo que tengo que sufrir, sino por lo que tengo que ofrecer.

¿En qué momento de la Misa sufre Vd. más?
En la Consagración y en la Comunión.

Padre, esta mañana en la Misa, al leer la historia de Esaú, que vendió su primogenitura, sus ojos se llenaron de lágrimas.
¡Te parece poco, despreciar los dones de Dios!

¿Por qué, al leer el Evangelio, lloró cuando leyó esas palabras: «Quien come mi carne y bebe mi sangre»…?
Llora conmigo de ternura.

Padre, ¿por qué llora Vd. casi siempre cuando lee el Evangelio en la Misa?
Nos parece que no tiene importancia el que un Dios le hable a sus creaturas y que ellas lo contradigan y que continuamente lo ofendan con su ingratitud e incredulidad.

Su Misa, Padre, ¿es un sacrificio cruento?
¡Hereje!

Perdón, Padre, quise decir que en la Misa el Sacrificio de Jesús no es cruento, pero que la participación de Vd. a toda la Pasión si lo es. ¿Me equivoco?
Pues no, en eso no te equivocas. Creo que seguramente tienes razón.

¿Quien le limpia la sangre durante la Santa Misa?
Nadie.

Padre, ¿por qué llora en el Ofertorio?
¿Quieres saber el secreto? Pues bien: porque es el momento en que el alma se separa de las cosas profanas.

Durante su Misa, Padre, la gente hace un poco de ruido.
Si estuvieses en el Calvario, ¿no escucharías gritos, blasfemias, ruidos y amenazas? Había un alboroto enorme.

¿No le distraen los ruidos?
Para nada.

Padre, ¿por qué sufre tanto en la Consagración?
No seas malo… (no quiero que me preguntes eso…).

Padre, ¡dígamelo! ¿Por qué sufre tanto en la Consagración?
Porque en ese momento se produce realmente una nueva y admirable destrucción y creación.

Padre, ¿por qué llora en el Altar y qué significan las palabras que dice Vd. en la Elevación? Se lo pregunto por curiosidad, pero también porque quiero repetirlas con Vd.
Los secretos de Rey supremo no pueden revelarse sin profanarlos. Me preguntas por qué lloro, pero yo no quisiera derramar esas pobres lagrimitas sino torrentes de ellas. ¿No meditas en este grandioso misterio?

Padre, ¿sufre Vd. durante la Misa la amargura de la hiel?
Sí, muy a menudo…

Padre, ¿cómo puede estarse de pie en el Altar?
Como estaba Jesús en la Cruz.

En el Altar, ¿está Vd. clavado en la Cruz como Jesús en el Calvario?
¿Y aún me lo preguntas?

¿Como se halla Vd.?
Como Jesús en el Calvario.

Padre, los verdugos acostaron la Cruz de Jesús para hundirle los clavos?
Evidentemente.

¿A Vd. también se los clavan?
¡Y de qué manera!

¿También acuestan la Cruz para Vd.?
Sí, pero no hay que tener miedo.

Padre, durante la Misa, ¿dice Vd. las siete palabras que Jesús dijo en la Cruz?
Sí, indignamente, pero también yo las digo.

Y ¿a quién le dice: «Mujer, he aquí a tu hijo»?
Se lo digo a Ella: He aquí a los hijos de Tu Hijo.

¿Sufre Vd. la sed y el abandono de Jesús?
Sí.

¿En qué momento?
Después de la Consagración.

¿Hasta qué momento?
Suele ser hasta la Comunión.

Vd. ha dicho que le avergüenza decir: «Busqué quien me consolase y no lo hallé». ¿Por qué?
Porque nuestro sufrimiento, de verdaderos culpables, no es nada en comparación del de Jesus.

¿Ante quién siente vergüenza?
Ante Dios y mi conciencia.

Los Angeles del Señor ¿lo reconfortan en el Altar en el que se inmola Vd.?
Pues… no lo siento.

Si el consuelo no llega hasta su alma durante el Santo Sacrificio y Vd. sufre, como Jesús, el abandono total, nuestra presencia no sirve de nada.
La utilidad es para vosotros. ¿Acaso fue inútil la presencia de la Virgen Dolorosa, de San Juan y de las piadosas mujeres a los pies de Jesús agonizante?

¿Qué es la sagrada Comunión?
Es toda una misericordia interior y exterior, todo un abrazo. Pídele a Jesús que se deje sentir sensiblemente.

Cuando viene Jesús, ¿visita solamente el alma?
El ser entero.

¿Qué hace Jesús en la Comunión?
Se deleita en su creatura.

Cuando se une a Jesús en la Santa Comunión, ¿que quiere que le pidamos al Señor por Vd.?
Que sea otro Jesús, todo Jesús y siempre Jesús.

¿Sufre Vd. también en la Comunión?
Es el punto culminante.

Después de la Comunión, ¿continúan sus sufrimientos?
Sí, pero son sufrimientos de amor.

¿A quién se dirigió la última mirada de Jesús agonizante?
A su Madre.

Y Vd., ¿a quién mira?
A mis hermanos de exilio.

¿Muere Vd. en la Santa Misa?
Místicamente, en la Sagrada Comunión.

¿Es por exceso de amor o de dolor?
Por ambas cosas, pero más por amor.

Si Vd. muere en la Comunión ¿ya no está en el Altar? ¿Por qué?
Jesús muerto, seguía estando en el Calvario.

Padre, Vd. a dicho que la víctima muere en la Comunión. ¿Lo ponen a Vd. en los brazos de Nuestra Señora?
En los de San Francisco.

Padre, ¿Jesús desclava los brazos de la Cruz para descansar en Vd.?
¡Soy yo quien descansa en El!

¿Cuánto ama a Jesús?
Mi deseo es infinito, pero la verdad es que, por desgracia, tengo que decir que nada, y me da mucha pena.

Padre, ¿por qué llora Vd. al pronunciar la última frase del Evangelio de San Juan: «Y hemos visto su gloria, gloria como de Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad»?
¿Te parece poco? Si los Apóstoles, con sus ojos de carne, han visto esa gloria, ¿cómo será la que veremos en el Hijo de Dios, en Jesús, cuando se manifieste en el Cielo?

¿Qué unión tendremos entonces con Jesús?
La Eucaristía nos da una idea.

¿Asiste la Santísima Virgen a su Misa?
¿Crees que la Mamá no se interesa por su hijo?

¿Y los ángeles?
En multitudes.

¿Qué hacen?
Adoran y aman.

Padre, ¿quién está más cerca de su Altar?
Todo el Paraíso.

¿Le gustaría decir más de una Misa cada día?
Si yo pudiese, no querría bajar nunca del Altar.

Me ha dicho que Vd. trae consigo su propio Altar…
Sí, porque se realizan estas palabras del Apóstol: «Llevo en mi cuerpo las señales del Señor Jesús» (Gal. 6, 17), «estoy crucificado con Cristo» (Gal. 2, 19) y «castigo mi cuerpo y lo esclavizo» (I Cor. 9, 27).

¡En ese caso, no me equivoco cuando digo que estoy viendo a Jesús Crucificado!
(No contesta).

Padre, ¿se acuerda Vd. de mí durante la Santa Misa?
Durante toda la Misa, desde el principio al fin, me acuerdo de tí.

La Misa del Padre Pío en sus primeros años duraba más de dos horas. Siempre fue un éxtasis de amor y de dolor. Su rostro se veía enteramente concentrado en Dios y lleno de lágrimas. Un día, al confesarme, le pregunté sobre este gran misterio:

Padre, quiero hacerle una pregunta.
Dime, hijo.

Padre, quisiera preguntarle qué es la Misa.
¿Por qué me preguntas eso?

Para oírla mejor, Padre.
Hijo, te puedo decir lo que es mi Misa.

Pues eso es lo que quiero saber, Padre.
Hijo mío, estamos siempre en la cruz y la Misa es una continua agonía.

 

SAN PÍO DE PIETRELCINA.

 

 

domingo, 11 de agosto de 2013

IGLESIA, CRISTO, MARÍA.


 

La Iglesia toma la figura de Cuerpo místico de Cristo. Este Cuerpo es un cuerpo viviente y el espíritu que lo anima es el espíritu de Cristo, el cual, partiendo de la cabeza, se desliza hacia todos los miembros; el espíritu que emana de Cristo es el Espíritu Santo, y la Iglesia es, pues, el templo del Espíritu. Pero a pesar de la real unión orgánica de la cabeza y del cuerpo, la Iglesia se mantiene al lado de Cristo como una persona independiente. Y como Hijo del Padre eterno, Cristo vivía ya antes  del principio de los tiempos y antes de que viviera la humanidad. Por el acto de la creación, la humanidad vivía ya antes de que Cristo tomara su naturaleza y fuera integrado a ella. Por su encarnación le trae la vida divina. Por su obra de redención, la ha hecho capaz de recibir la gracia.

La célula primitiva de esta humanidad rescatada es María: en ella, por primera vez tiene lugar la purificación y la santificación a través de Cristo; ella es la primera que ha quedado llena del Espíritu Santo. Antes de que el Hijo de Dios naciera de la Virgen santa, creó a esta Virgen llena de gracia y, con ella, a la Iglesia. Y por eso siendo una criatura distinta de él, se mantiene a su lado, aunque indisolublemente unida a él. Toda alma purificada por el bautismo y elevada al estado de gracia es, por esto mismo, creada por Cristo y nacida para Cristo. Pero es creada en la Iglesia y nace por la Iglesia. Por esto, la Iglesia es la madre de todos aquellos a quienes está destinada la redención. Lo es por su unión íntima con Cristo y porque se mantiene a su lado en calidad de Sponsa Cristi, esposa de Cristo, para colaborar en su obra de redención.

 

Santa TERESA BENEDICTA DE LA CRUZ (Edith Stein).
(1891-1942

SANTA CLARA..


Santa Clara nos enseña una actitud hermosa: la del abandono en la oración. Las palabras que utiliza, tal como: “Emplaza tu espíritu frente al espejo de la eternidad y deja tu alma inundarse”. Hay en ello una voluntad de ponerse frente al Señor, pero también de soltar todo. Y esa contemplación permite la transformación. Santa Clara nos da un modo de empleo. Cuando estamos en adoración (oración muy importante para las Clarisas porque Clara tenía un fuerte amor para con la Eucaristía)[,] ¿Por qué estoy ahí si no es con la meta de situar mi espíritu frente al espejo y dejar mi alma  inundarse? La imagen del espejo evoca el reflejo. Cuando oramos, Clara nos invita a mirar toda la vida de Cristo. Mirando al Señor, toda la vida de Jesús se va a reflejar en nuestra vida, en nuestra alma, en nuestro corazón. Su luz se transforma en nuestra luz. Sabemos entonces que el Señor va a transformarnos, incluso si ese día, no estamos  muy disponibles. Es un abandono lleno de confianza  pues, en la oración, según la misma Santa Clara se evoca varias veces la dulzura de Dios, la felicidad.

UN GESTO:

Abrir las manos:

Es una actitud  llena de sentido. Clara es una mujer sin complejos. No ha jugado un papel. Lo ha dejado absolutamente todo para seguir a Cristo. Así se ha liberado para acoger a Providencia, a sus hermanas y a los que llamaban a la puerta del monasterio. Las manos abiertas y vacías evocan una gran sencillez. Con Santa Clara, no hay efectos especiales sino una belleza total y luminosa.

SOR ALICE-ANNE.

Clarisa

jueves, 8 de agosto de 2013

LO QUE DESATES...


 

La confesión es un magnifico acto, un acto de gran amor. A él solo podemos llegar como pecadores, portadores de pecado y sólo de él podemos marcharnos como pecadores perdonados, sin pecado.

La confesión es siempre la humildad puesta en acto. Hace años la llamábamos penitencia, pero verdaderamente se trata de un sacramento de amor, del sacramento del perdón. Cuando entre Cristo yo se abre una brecha, cuando mi amor se resquebraja, cualquiera puede venir a llenar esta brecha. La confesión es el momento en que yo permito a Cristo llevarse de mí todo lo que divide, todo lo que destruye. La realidad de mis pecados debe ser prioritaria. A la mayoría de nosotros nos acecha el peligro de olvidar que somos pecadores y que debemos acercarnos a la confesión como lo que somos. Debemos ponernos ante Dios para decirle lo desolados que estamos por todo lo que hemos hecho y que le ha herido.

El confesionario no es un lugar de conversaciones banales o de charlatanerías. Solo hay un sujeto importante: mis pecados, mi dolor, mi perdón, como vencer las tentaciones, como practicar la virtud, como crecer en el amor de Dios.

 

Beata TERESA DE CALCUTA,

domingo, 4 de agosto de 2013

PRECURSOR EN SU VIDA Y EN SU MUERTE.


 

 

Juan fue precursor de Cristo por su nacimiento, por su predicación, por su bautismo y por su muerte. ¿Se puede encontrar una sola virtud, un género de santidad que el Precursor no haya tenido en su más alto grado? Algunos renuncian al mundo y huyen de los hombres para vivir santamente, pero Juan es todavía un niño cuando se adentra en el desierto y escoge resueltamente habitar en la soledad renuncia al derecho de sucesión del sacerdocio de su padre para poder anunciar, con toda libertad, al verdadero y soberano Sacerdote. Los profetas  han anunciado por adelantado la venida del Salvador, los apóstoles y los demás que enseñan en la Iglesia dan testimonio de que esta venida realmente tuvo lugar, pero Juan lo muestra ya presente entre los hombres. Son muchos los que han guardado virginidad y no han manchado la blancura de sus vestidos, pero Juan renuncia a toda compañía humana a fin de arrancar las apetencias de la carne hasta sus mismas raíces y, lleno de fervor espiritual habita entre las bestias salvajes.

Juan, en el centro del coro escarlata de los mártires, incluso lo preside como  maestro de todos: combatió valientemente y murió por la verdad. Llegó a ser el jefe de todos los que combaten por Cristo, y fue el primero de todos en ir a plantar en el cielo el estandarte del mártir.

 

SAN PEDRO DAMÍAN

(1007 – 1072)

viernes, 2 de agosto de 2013

LA NOVEDAD-



"1. La novedad nos da siempre un poco de miedo, porque nos sentimos más
seguros si tenemos todo bajo control, si somos nosotros los que construimos,
programamos, planificamos nuestra vida, según nuestros esquemas,
seguridades, gustos. Y esto nos sucede también con Dios. Con frecuencia lo
seguimos, lo acogemos, pero hasta un cierto punto; nos resulta difícil
abandonarnos a Él con total confianza, dejando que el Espíritu Santo anime,
guíe nuestra vida, en todas las decisiones; tenemos miedo a que Dios nos
lleve por caminos nuevos, nos saque de nuestros horizontes con frecuencia
limitados, cerrados, egoístas, para abrirnos a los suyos. Pero, en toda la
historia de la salvación, cuando Dios se revela, aparece su novedad - Dios
ofrece siempre novedad -, trasforma y pide confianza total en Él: Noé, del
que todos se ríen, construye un arca y se salva; Abrahán abandona su tierra,
aferrado únicamente a una promesa; Moisés se enfrenta al poder del faraón y
conduce al pueblo a la libertad; los Apóstoles, de temerosos y encerrados en
el cenáculo, salen con valentía para anunciar el Evangelio. No es la novedad
por la novedad, la búsqueda de lo nuevo para salir del aburrimiento, como
sucede con frecuencia en nuestro tiempo. La novedad que Dios trae a nuestra
vida es lo que verdaderamente nos realiza, lo que nos da la verdadera
alegría, la verdadera serenidad, porque Dios nos ama y siempre quiere
nuestro bien. Preguntémonos hoy: ¿Estamos abiertos a las “sorpresas de
Dios”? ¿O nos encerramos, con miedo, a la novedad del Espíritu Santo?
¿Estamos decididos a recorrer los caminos nuevos que la novedad de Dios nos
presenta o nos atrincheramos en estructuras caducas, que han perdido la
capacidad de respuesta? Nos hará bien hacernos estas preguntas durante toda
la jornada." 

 

FRANCISCO , Papa.